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El origen de palabras y expresiones venezolanas. 4ta parte

Echar un camarón: En las excavaciones petroleras, los capataces gringos de vez en cuando querían echar una siesta. Pero para no ser vistos por los obreros venezolanos se excusaban diciendo “I come around” (Ya vuelvo). Esta frase al venezolanizarse quedó como camarón para definir el sueñito que se echa en medio de una jornada.
Jalar mecate: Se dice que esta expresión viene de la época de la guerra de independencia. Al parecer al Libertador le gustaba que le mecieran la hamaca al dormir valiéndose de un mecate. Para esta tarea se ofrecían peones, soldados y hasta oficiales, buscando ganar favores o caer en gracia con Simón Bolívar. Hoy, todo adulador o persona que busca favores con lisonjas también se le dice “jala mecate”.
Echarse las bolas al hombro: Erróneamente se cree que significa ponerse los testículos al hombro, lo cual, aparte de doloroso sería muy complicado. Contrario a una expresión usada para señalar a los flojos y personas perezosas. Alexis Márquez Rodríguez sostiene que la expresión deriva del uso de grillos o grilletes con los presos durante la dictadura de Gómez. Eran grandes bolas de hierro muy pesadas, con cadena larga y candado que se ceñían a los tobillos de los presos, para que realizaran los trabajos forzados a los que se sometían, evitando el riesgo que se fugaran. En algunos momentos, para aliviarse, se echaba las bolas al hombro. Al preso que acostumbraba a hacerlo así, lo calificaban de flojo, porque en vez de ir arrastrando las bolas con el pie, se las echaba al hombro.
Echar los perros: Al parecer que tiene un origen taurino. Antiguamente, cuando un toro en la lidia no quería embestir, el público solía pedir a gritos: “perros, perros” para indicar que se debían soltar en el ruedo una jauría de canes, entrenados para hostigar al animal con ladridos y mordiscos. Si después de este acoso despiadado, el toro no reaccionaba, era condenado a la puntilla. La costumbre de aperrear o echar los perros era muy usual en España, Vasco Núñez de Balboa le echó una docena de perros feroces a un grupo de indígenas sodomitas, a los cuales destrozaron inmisericordemente (Galeano E. Memoria del Fuego. Tomo I. Pág. 67) Esta expresión más tarde pasó a significar acoso u hostigamiento y en algunos países, entre ellos venezuela Colombia, se convirtió en sinónimo de cortejar.
Echar el muerto: Al parecer, el origen de la expresión se remonta a la Edad Media. Según las leyendas medievales, cuando dentro del término de un pueblo aparecía el cadáver de una persona muerta de forma violenta y no se llegaba a esclarecer quién había cometido el asesinato, los habitantes de dicho municipio estaban obligados a pagar una multa. Para evitar saldar la sanción, los vecinos no anunciaban el hallazgo, metían el cadáver o cadáveres en sacos y, en la oscuridad de la noche, arrojarlos en otro pueblo próximo. Echar el muerto a otro pueblo vecino equivalía, pues, a cargarle con la responsabilidad de un crimen a un tercero y con la multa correspondiente, salvo que se entregara o se capturara al asesino.
Botar la segunda: Originalmente se dice eso a un vehículo que tiene problemas con la caja. Un carro que bota la segunda velocidad pierde fuerza y hace movimientos vaciladores (se “jamaquea”) y quizás sea alegórico al amanerado con quiebres de cintura, muñeca muy lejos de la firmeza o fortaleza que supone la masculinidad.
Mamarracho: “La palabra MAMARRACHO se refiere a la persona mal vestida o estrafalaria. Proviene del árabe muharrig, (bufón o payaso), evolucionó al árabe hispano como muharrág o muharríg”.

Guachafita: A través del portal Delcampus.com conseguimos que según el escritor Eduardo Núñez, puede ser un diminutivo de la palabra “huachafa”o “guachafa”.

Explica que hace mucho tiempo “una familia de emigrates colombianos organizaba fiestas, con el fin de encontrar un buen partido a las hijas solteras, gastando incluso más de lo que sus posibilidades le permití­an. Estas fiestas alegres y bulliciosas eran llamadas guachafas y con el tiempo, sus anfitrionas llegaron a ser conocidas con el sobrenombre de huachafas”.


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Referencia: Artículos de Alexis Marquez Rodriguez y Eduardo Nuñez.